martes, 10 de febrero de 2015

El primer antihéroe

Hoy es muy común prender la TV (o la computadora) y ver personajes como Walter White, Don Draper, Rick Grimes, Dexter Morgan. Uno cocina metanfetamina y la comercializa para poder juntar dinero y así sostener a su familia y curar su cáncer. Otro es el director de una agencia de publicidad, es padre de familia pero lleva una doble vida. Ni hablar de los dos últimos: un sheriff dispuesto a todo para sobrevivir en medio de un apocalipsis zombie y un asesino serial con un código inalterable: solo matar tipos malos.

Son antihéroes. Hombres de dudosa moral, de ambigua moral. Y todos son los protagonistas de series que desatan pasiones en todo el mundo y hacen explotar el rating y los clicks. Pero hubo un momento en la historia de la TV en dónde estos tipos no tenían lugar en las pantallas y para allanar ese camino fue necesario una conjunción perfecta, un cruce entre una idea y un lugar. Un show que tenga de protagonista a un mafioso de New Jersey que, acomplejado por una complicada relación con su madre, tenga que recurrir a una psiquiatra para poder seguir adelante con su familia y su “trabajo”. Esa era la idea, y el lugar era HBO. Que para ese momento, año 1999, todavía no había desarrollado programación original de alto impacto e hizo todo lo posible para  lograr que el protagonista fuese un poco más querible para su futura audiencia. 


Sólo encontraron negativas por parte de David Chase, Showrunner de The Sopranos, un escritor que cansado de pasearse por cuartos de guionistas escribiendo para programas de poca monta se tomó el trabajo de crear la serie que siempre había querido ver. Y lo logró.


El protagonista de esa serie fue Tony Soprano (James Gandolfini). De pie señores, palabra mayor. El primer antihéroe y quién dio inicio a la nueva edad dorada de la TV. La era de las ideas originales en las series y pocas en el cine. La era de la complejidad, no más personajes unidimensionales. No más buenos y malos. A lo largo de ocho años Los Sopranos se mantuvo en el aire de HBO y ayudó a la cadena a desarrollar más programación original a tono como True Blood y Six Feet Under y The Wire.
El experimento exitoso de Tony fue el que abrió los ojos a otros escritores a animarse a escribir ese tipo de historias y a las cadenas a correr algún que otro riesgo.


Y como frutilla del postre, David Chase terminó Los Soprano fiel a la forma que comenzó la serie, es decir, sin seguir ningún libro de reglas. A continuación dos videos que explican el genial y polémico final.



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