True Detective: un show
que para su forma siguió una línea clásica y terminó sobresaliendo por su
contenido original y de alta calidad.
¿Cómo es eso? Un show de dos policías
antagónicos entre sí: uno ve blanco, el otro ve negro; uno es supersticioso, el
otro realista; uno lleva una vida convencional, el otro bordea los límites.
Hasta ahí se ve la fórmula que ya se utilizó en miles de películas y programas
de televisión. Lo genial de True Detective radica en el cómo de las cosas. Buenos personajes, buen guión (a cargo
del novelista Nic Pizzolatto) y mejor dirección, esta última en manos de Cary
Fukunaga, quién le otrogó un enfoque cinematográfico a la serie.
Y parte de la justificación radica en los
minutos finales del cuarto episodio de su primera temporada, “Who goes
there”, particularmente, en 6 minutos. Rust Cohle se infiltra en una banda de
motoqueros, quienes para poder confiar en él le piden que los acompañe en una
misión para efectuar un robo de drogas en un housing project. Por
supuesto, las cosas salen mal pero Cohle logra escapar de la situación
llevándose al líder de la banda, Ginger, de rehén. Cohle arrastra a Ginger por
todo el housing project. Atraviesa casas,
jardines, personas. Pelea, se cae, se levanta. Y de repente nos damos
cuenta de que nunca hubo un solo corte: Fukunaga se mandó un plano secuencia
coreografiado de 6 minutos de pura acción. Una de las cosas que más me
asombró saber fue que sólo se realizó una toma (a pesar de que se debió ensayar
hasta el hartazgo).
Me resultó interesante que a medida que repetía una y otra vez esa secuencia para
analizarla, no podía dejar de pensar en la notoria influencia del storytelling
utilizado en video juegos y particularmente en la saga GTA. Una vez más el cine
y la TV buscan referencias en los videojuegos y el resultado es más que
convincente.
Desde ese episodio True Detective solo
siguió en ascenso y no tuvo techo. Ojalá se repita en su segunda temporada.
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